¡Viviendo con Amor!

Hoy te escribo para que interiorices en tu corazón y observes y sientas si verdaderamente vives con amor. No me refiero a si vives con una pareja que te ame, o bien si tus amigos o familiares tienen afecto, cariño o amor por ti.

Mi pregunta es al amor hacia ti mismo, al amor que nos mueve alcanzar nuestras metas propias, al respeto que nos debemos al ponernos sanamente en primer plano, a la integridad, a la verdad que yace en nosotros mismos.

Pero, te contaré una historia…

Hace más de 3 años llevaba una buena relación con una amiga. Nos conocimos por un curso que tomó conmigo y de ahí no sólo nació, a mi modo de ver las cosas, una buena amistad, sino también una relación terapeuta-paciente, maestro-alumno. Esa relación me hizo pensar y actuar para ayudarle, para ayudarla a reflexionar y a entender en dónde estaba, qué estaba viviendo, qué cambios podía hacer y en fin  a ayudarle a vivir mejor. Al principio mi ayuda le sirvió pero después por los momentos que ella pasaba, se volvió insegura, desconfiada y se cerró a escuchar, a ver, a entender que no siempre tenemos la razón, por mucho que hagamos trabajo personal. Creyó y creo sigue en la idea de que tener la razón es lo que te lleva a la paz, a la armonía. 

En mi análisis personal siempre trato de reflexionar sobre mis actos, mis pensamientos y obviamente sobre mis emociones, trato de abrirme a escuchar, a entender el punto de vista de las personas y sé por experiencia propia que el dolor, la incertidumbre nos hacen cerrarnos y poner un velo en los ojos. A mí también me pasó; recuerdo cuando me operaron hace casi 20 años… En mi proceso de sanación encontré personas que para ayudarme me dijeron lo que no quería oír, no quería darme cuenta de mis errores, no quería darme cuenta que el escuchar que la vida que llevaba me hizo perderme y que para volver a mi centro necesitaba confrontar mi dolor, mi necedad, mis experiencias y con ellas darme cuenta que no era feliz y que necesitaba hacer cambios. Tuve que rendirme, tuve que vivir mi proceso y sobre todo pedir ayuda.

Pero, ¡sigamos con la historia!

En esos cuestionamientos que me hice, me di cuenta que entra ella y yo pasaba algo, no supe entenderlo en el momento, así que le llame y le pregunté qué pasaba, qué porque esa actitud conmigo y no supo contestarme. 

Traté de encontrar mis errores y al reflexionar volví a llamarle y pedir perdón. Ella con soberbia y sintiendo tal vez que tenía razón, se despidió cínicamente. Sentí que esa despedida era para siempre.

En cuanto a mí, no puedo decir que no me dolió, que no me afectó, que no me enojé. El dolor de la pérdida de una amiga, me llevó al perdón, a sanar en mí lo que yo consideraba “yo tenía que cambiar”, me llevó a no culparme de todo y hacerme consciente de mis responsabilidades y aceptar que nuestra amistad terminó y que aunque yo no quería eso, ella sí. Tal vez en el fondo no lo quería, pero su orgullo, no la hizo rendirse. 

El tiempo pasó y me sentí víctima, porqué a mí, me preguntaba. Trataba de quedar bien con todos y de hacerla ver que ella estaba equivocada y que yo tenía la razón. Fui encontrando aceptación y sobre todo sanación. Entendí que ella tenía su proceso y yo el mío, me di cuenta que tener la razón no sirve de nada, la razón no te lleva a la paz; al contrario te aleja  de ti.

Entendí que ella decidió cerrarse a muchas cosas y sobre todo que cerró su corazón por miedo a ser lastimada, traicionada o herida. Comprendí que nos aislamos y nos negamos a ver nuestro corazón y que podemos pasar mucho tiempo en hermetismo, hermetismo que nos hace mucho daño.

Hace algunos días la soñé, la veía con ojos tristes, con muchos problemas y tratando de buscar respuestas fuera de ella. Le llamé y no me contestó e imaginó se sorprendió, después le mandé un mensaje y tampoco…

Eso confirmó mi sueño, sigue en ¡¡problemas!!

Esta historia te la cuento para que reflexiones en tus propias historias, para que reflexiones no en los problemas de los demás y llevarte a decir a ti mismo ¡Tengo la Razón! ¡El otro tiene que cambiar! ¡Yo estoy bien, tú mal! Y por eso sentirte que en ti no pasa nada, pues el otro es el que la está pasando mal. 

Solemos culpar a los demás porque las cosas no salen como queremos, solemos pensar con soberbia que no necesitamos ayuda, que tenemos todo BAJO CONTROL y que el perdón no está en mí, sino en el otro. Esperamos siempre que el otro dé el primer paso y aunque lo haga, somos tan orgullosos para no rendirnos, para decir no pasa nada, para decir estaba cansado y que lo que hiciste me dolió; sentimos que nos volvemos débiles al aceptar que las cosas pueden volver a como estaban antes. 

Pero el perdón también tiene otra cara, y es cuando tú reflexionas en ti, cuando te atreves a mirar a tu corazón y explorar el porqué de tu vida, el para qué de tu vida, el para qué de la situación que estás viviendo. El mirar en ti, no es para decirle al otro: cambia para que yo sea feliz, cambia para que sumemos y no restemos, cambia porque tú eres el de los problemas, eres el que vino a buscarme.

La otra faceta del perdón es atreverte primero a perdonarte a ti mismo y después atreverte a buscar al otro y decir ¡lo siento! Es ponerte en sus zapatos y tratar de comprender la manera de como tú heriste a la otra persona, es dar una explicación, es ser empático en tus sentimientos y en los de la otra persona. Tal vez el hablar no los vuelva a reunir, pero te aseguro que cuando te rindes encontrarás la paz. Te liberarás a ti mismo, ya que ese es el propósito del perdón y por tanto el de vivir en el amor.

Estamos en tiempos de reflexión, en tiempos de interiorizar y poner en la balanza el corazón. Estamos en tiempos de no culpar a nadie, ni a nosotros mismos. Estamos en tiempos de resolvernos, de confiar, de soltar. Estamos en tiempos de no evadirnos más, de hacer una pausa, de no abrirnos al pánico, al miedo, a la duda, a la negatividad. ESTAMOS EN TIEMPO DE VIVIR EN EL AMOR.

¿Pero qué es vivir en el amor? El amor es el respeto a ti mismo, es ser fiel a tu corazón; no en la necedad y volver a caer en “Yo estoy bien y tú mal”.

El amor es dejar que el otro se raspe, que viva su propia oscuridad, que se dé cuenta que el victimismo y el drama lo llevan al dolor, al miedo, a la duda, a la pobreza, a la falta de creatividad, a vivir fuera de sí.

El amor es dejar que el otro tome su propio camino aunque no sea el que tú quieres y aunque te duela.

El amor no es resolverle la vida al otro, el amor no siempre es dar tú el primer paso y querer siempre agradar y siempre querer pertenecer porque tienes miedo de estar solo.

El amor es saber que estás sostenido y que eres uno con Dios.

Hoy te invito a poner en orden tu corazón, te invito a que abras el corazón a esa amigo, a esa pareja o a ese familiar y te atrevas a recibir el perdón de alguien y que aunque esa amistad, pareja o familiar no regresen, te encuentres en paz. El perdón y el amor no es volver a lo mismo, sino es liberación.

Te invito a que te atrevas a vivir el perdón a través de acercarte tú a la otra persona, a dar una explicación, a agradecer, a decirle al otro lo importante que fue para ti esos momentos que vivieron juntos, a decirle que había expectativas, pero que aunque no se cumplieron fuiste feliz.

Te invito a que des el amor que tú buscas, te invito a abrirte a escuchar el punto de vista de los demás, a atreverte a ponerte en sus zapatos, en sus sentimientos y no pienses eres el único que sufre.

Te invito a que no seas egoísta, el mundo no sólo gira a tu alrededor, los demás tienen problemas, vida, emociones, situaciones que resolver.

Atrévete a dar las gracias por la amistad, cariño, regaños, por las palabras que aunque te duelan, pueden tener verdad. Atrévete a ver lo bueno de las personas, a no juzgar, criticar, a no pedir siempre que sea el otro el que dé el primer paso. Atrévete a respetar el proceso de los demás. Atrévete a vivir en el amor y a comprender que el amor comienza por el que te tienes a ti mismo, amor que sabe poner límites, que sabe decir no o decir sí. El amor a uno mismo es auto aceptación; no busques encajar en grupos, personas y hagas todo hasta perderte a ti mismo por pertenecer, por dinero, por soledad, por compañía.

¡Sé tú mismo! Sé fiel a tu verdad, pero con la flexibilidad de aceptar que puedes estar equivocado.

El amor a uno mismo es respeto a tus valores, a tu cuerpo, a tu integridad y aunque los demás no lo entiendan, tú estás en tu proceso, en tu camino. El amor a ti mismo es quitar el velo de tus ojos, es quitar tu importancia personal, tu egoísmo.

Así que respeta, ábrete, confía y sobre todo VIVE EN EL AMOR.

Yeye

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